martes, 25 de septiembre de 2007

Al viento

En el espacio sideral
de esta mañana
te busco de prisa
pues siento que me asfixio,
sin tu presencia en la red.

Mujer de pétrea belleza
singular e irrepetible
granito esculpido por el mejor arquitecto;
DIOS.

Cual ruinas quejumbrosas, que he el tiempo hiere
mi alma te añora hoy, mañana y siempre.

El viento de la montaña juega con los árboles de la Secretaría
que daría, mi vida
por ser aire para llegar hasta tu cabello y removerlos hasta saciar
esta necesidad que tengo de ti.

jueves, 13 de septiembre de 2007

Fiestas patrias



Para ser un verdadero mexicano tengo que:

  • Emborracharme con cerveza o con tequila
  • Bailar el pasito duranguense con la Banda Limón o con Los Alegres de la Sierra

  • Mirar los partidos de futbol, sobretodo los de la Selección Mexicana

  • Disfrutar las telenovelas del Canal de Las Estrellas o de TV Azteca

  • Tener por lo menos dos mujeres, una en la casa y otra por allí

  • Comer tacos en la calle

  • Ser panzón

  • Usar botas, cinturón con hebilla gigante

  • Creer en la virgen de Guadalupe

  • Ver los programas estilo Paty Chapoy

  • Leer TV y Novelas

  • Ir a la universidad nomás para obtener un título

  • Creerme culto por que leo el periódico

  • Sentir que el sistema es el mejor, por que me da libertad de elección, aunque siempre esté atado por la maldita pobreza

  • Sentir que me vale un soberano cacahuate quien me gobierne “por qué todos son iguales”

  • Portarme gandalla con Guatemala, y besarle los pies a los gringos

  • Sentirme chingón por que soy el que mejor se lleva con el jefe

  • Soy superior por que en la oficina me dicen Lic.

  • El hombre es superior a la mujer

  • Creerme mas por eso de que “eres guerito”

  • Pensar que casarse con una extranjera es para “mejorar la raza” y al mismo tiempo maldecir lo que hizo Hitler

  • Irme a España y a los tres meses hablar estilo Hugo Sánchez

  • Creer que los intelectuales que salen en la tele son algo así como dioses

  • Leer a Cuauhtémoc Sánchez, escuchar a Cornejo

  • Confundir lo grandioso con lo grandote, etc.

    Conclusión: Soy un extranjero nacido en La Concordia, Chiapas; México.

lunes, 10 de septiembre de 2007

La inocencia

Minicuento

En aquellos días tendría yo quizás unos siete u ocho años. Justo al frente de mi casa llegaban los húngaros de visita a doña Cuquita, porque su hija había nacido húngara. Fue cuando recibí la revelación fatal, que habría de marcar uno de mis temores mayores. Nunca me pude sobreponer, era un golpe bajo, profundo quiero decir. No quería que mis hijos nacieran húngaros, porque ello equivaldría a tener que verlos partir para vivir una vida errante, de aquí para allá, dando funciones de cine, adivinando el futuro; ¡ah!, porque han de saber ustedes que ellos son capaces de averiguar el futuro. Pueden leerlo. Te toman una mano y descifran todo lo allí escrito. A mi mamá le dijeron que iba a tener muchos hijos —somos trece hermanos—, que al acercarse el ocaso de su vida tendría felicidad, dicha; eso todavía no ocurre, pero no quiere decir que han fallado sino que aún mi madre tiene muchos años de vida, eso es bueno. Son sabios.

También recuerdo a las chiquillas con sus trenzas de oro, nietas de doña Cuquita, que hacían sus pininos sirviendo nosotros de conejillos de indias. Nos tomaban de las manos a mis hermanos y a mí y con gran ceremonia anunciaban nuestros futuros. “Tú encontrarás todo el amor que un hombre busca en una sola mujer”, dijo de forma convincente.

Pero heme aquí a varios años de distancia sin encontrar la mujer que predijo aquella brujita moderna. ¿Acaso eres tú? ¿Erró y siempre seguiré buscándola hasta el final de mis días? Sólo el tiempo lo dirá.

Niños de la calle

Minicuento

¡No quiero dormir! Me escucho decir, gritar más bien. El silencio responde con silencio. Es la media noche, quizás no pueda ver la luz del sol nuevamente, si ella estuviera aquí… ¡Mamá, mamá! ¿Voy a morirme? No, no puede ser. Los hijos enterrarán a sus padres, el orden tiene que ser respetado. ¡Háblame más fuerte, por favor!

No sé que pasó, un día desperté en otro lugar, ya no escuchaba el canto de los pajaritos ni sentía el aire fresco que cala los huesos. Ahora una quemazón interna se apoderaba de mí. Éramos como diez niños; tumbados todos en el piso de aquel cuarto maloliente, que desprendía costras de sus paredes ya viejas. Don Julián se apareció de pronto, muy temprano, nos dijo cuáles eran nuestras tareas. Yo iría con Pedro, él ya conocía el negocio, podría enseñarme las actividades.

Lo primero fue sortear una serie de monstruos metálicos que no conocía. Llegamos a un arroyo muy hermoso; salían borbotones de agua, tomamos la necesaria y nos dispusimos a trabajar, bueno en realidad fue Pedro, en ese entonces no sabía cómo trabajar.
Algo que me extrañó muchísimo fue la comida, no era como en el pueblo, tan solo una bolsita llena de no sé, que al inhalarlo se sentía el estómago lleno y la cabeza muy feliz.

—Mira compadre, otro de esos cabrones malvivientes.

—Sí, pues. Al parecer acaba de morir. Se murió pero con su bolsita de cemento hasta el final; era joven aún, quizás tenía nueve años, comenta el otro policía.

jueves, 6 de septiembre de 2007

Razones

Como diría Facundo Cabral, no estoy deprimido, estoy distraído.

A veces se me olvida ver al cielo, observar los pájaros, las estrellas, la luna, etc. Ver los ojos de mi hija, encontrarme en ellos. Que son la ventana al fondo de su corazón.

Por eso ayer jugamos a hacer monstruos de fichas de dominó. Después nos fuimos a nadar. Una vez cansado, el mundo seguía siendo el mismo, pero lo miré diferente como mas suave, mas agradable, mas benévolo.

Ya no quiero distraerme, quiero tener los ojos bien abiertos para ver todo lo bueno que ofrece la vida.

Duendes

Cuando las luces se apagan aparecen los duendes dispuestos a bailar. Ellos disfrutan asustándonos, en la oscuridad están en su medio y si los toleras se sienten tan a gusto que es difícil echarlos aún con la luz del día.

Por eso siempre procuro prender todas las luces y cuando cae la noche, porque es irremediable que así suceda, entonces me hago acompañar de la luz de la luna.

Y cuando la luna descansa, en esos días negros inevitables, guardo siempre en mi alma las chispitas de tu mirar.



miércoles, 5 de septiembre de 2007

La muerte

Llegará un día en que me quede postrado, pero mientras tanto volaré hasta donde mis alas lo permitan. Con aire a favor o en contra, con calma o de prisa, sin que nada ni nadie me ate.

Mis miedos no serán un obstáculo, sino un aliciente que me lleve a correr los riesgos inherentes a cualquier jornada.

Cuando al final del camino mi cuerpo deje de respirar, mi corazón seguirá latiendo en los seres que he querido.