lunes, 27 de abril de 2009

Efímero


El exiguo dinero que tenía apenas me alcanzaba para comer unos tacos; dos para ser exactos. En esta situación y en una ciudad desconocida, ¿qué cómo llegué a este extremo? No lo sé, realmente no lo sé. Simplemente un día empezó mi caída hasta lo más ínfimo de la condición humana.

Encontrar a María en ese momento me resultó maravilloso. Ella, como siempre, vestía con esos faldones que le cubrían todos sus encantos; que conviene aclarar, yo conocía perfectamente, sin el afán de presunción sino simplemente como información adicional a esta historia.


-¡Hola! -dijo, agregando frases tan trilladas como “que chiquito es el mundo; quien lo iba a pensar; que gusto encontrarte”, etc.

Resistiendo la tentación de soltarle de buenas a primeras mi urgencia de comida, le pregunté por los conocidos mutuos, Adrián, Paola, Carmen. Cosas que en verdad me importaban un soberano cacahuate. Y cuando parecía que se marcharía, por qué sería que todo mundo se alejaba de mí antes de tres minutos. Le espeté mi falta de recursos económicos. Reaccionó con tanta amabilidad arrojándome cinco billetes de 200 pesos, digo arrojándome, porque me sentí como un perro cuando se le avienta un hueso, enseguida se alejó ondeando su holgada vestimenta.

Convencido de que en esos momentos era dueño de todo un tesoro, dejé de pensar como indigente, fui a unas regaderas públicas, decidido de que aquel dinero representaría un vuelco en mi destino retorcido. Con paso firme y la mirada al frente me dirigí donde pretendía iniciar una nueva vida. No había caminado mucho, unas tres cuadras a lo sumo, cuando dos ladronzuelos me salieron al paso exigiéndome la cartera. No iba a ceder tan fácilmente. Corrí, corrí y corrí hasta un restaurante argentino que está por Tlaneplanta.

Dispuesto a olvidar el incidente pedí al mesero una deliciosa parrillada, algo de vino, un rico postre y la cuenta. Ahí empezaron otra vez mis problemas, -durante la carrera había perdido la cartera.

Pasé toda la tarde fregando platos.


Al día siguiente volví al crucero a seguir escupiendo fuego.