lunes, 30 de junio de 2008

¿Realidad o fantasía? Descúbrelo



Era un día de carnaval, los niños allá afuera jugaban a mojarse, desde mi habitación en lo alto de este edificio los miraba disfrutar el ambiente. En los audífonos escuchaba esa canción de José Luís Rodríguez, Voy a conquistarte. “Este es un día especial”, me decía. Desde muy temprano me pareció que era mi día de suerte. Empecé con el acondicionamiento físico, dos horas más o menos, después me conecté al MSN, y allí estabas, del otro lado de la red, como siempre desde hacía algunas semanas, te escribí algunas cositas que se me ocurrían al momento, y como siempre me diste las gracias. Te pregunté que si podíamos vernos, tu respuesta fue, por fin, un sí. No lo podía creer. Me excité tanto que fui al baño. Ya más dueño de la situación me dispuse a preparar el encuentro. La cita era a las seis de la tarde. Tenía tiempo para comprarme lo necesario para estas cosas, una buena dotación de condones, por supuesto, algunas botellas de vino, botanas, etc.

Como siempre cuando tienes urgencia porque transcurra el tiempo este parece detenerse, quise hacer trampa, adelantar el reloj. Sabía que era inútil, pero me pareció que con eso me entretenía un poco, así que cuando dieron las ocho en punto, llegaste -obviamente mi reloj estaba adelantado.

Era la primera vez que escucharía tu voz, que miraría tu cara.

-¡Buenas tardes!, dijiste con voz firme y segura.

-¡Buenas tardes!, respondí. Con una chispa en mis ojos que decían pásale, pásale.

Te sentaste en la sillita que tengo reservada para las visitas, mientras yo me acomodaba en la cama, mi habitación es muy reducida. Me contaste del esfuerzo que habías hecho para salir en un día así, de tus muchos compromisos, no pude más que llevarte una aceituna a la boca, para la princesa que osaba pisar el suelo de mortales. Después te conté de mi vida, de aquella vez en que quise ser torero, y terminé con una pierna adolorida de la cornada de aquel torete.

Tienes la edad perfecta, no eres tan joven, pero no estás vieja. No quiero revelar tu edad aquí, por si algún conocido tuyo pudiera leer este relato, tampoco diré tu nombre, te llamaré Flor, es lo mejor.

Tenerte tan cerca, sentir el aroma de tus ojos; me convirtieron en una fiera sexual, tu vestido con ese escote que dejaba ver el nacimiento de tus senos, tu sonrisa tan encantadora, tus labios esperando ser mordidos. No pude contener ese impulso, me arrojé a tu río, ahogarme entre tus aguas es lo que quería.

Miraste mi miembro erguido, y con tus lindas manos lo tomaste, es por demás decir; sentí divino. Palpitaba al ritmo de tus succiones, mientras yo te acariciaba el cabello, ese cabello que te hace tan bella. Tus pechos miraban hacía arriba, pidiendo placer, me aferré a ellos en busca de la vida, cuando tu cuerpo se abría pidiéndome dentro. Tomé tus nalgas, las besé, las tienes tan bien formadas.

***
Ahora a dos años de aquello, no puedo dejar de sentir la necesidad de repetir la historia, pero desde aquel día no he vuelto a verte, ni por el MSN, por eso me atreví a publicar esta historia con la esperanza de que lo leas y sepas que mi corazón sigue parado en aquella hora en que te conocí. Es cierto he buscado el remedio en otros cuerpos, pero solamente tú eres mi medicina.