jueves, 28 de febrero de 2008

Herencia genética


Los Ángeles, California, E.U.A; febrero del 2008.

Querida Alondra:

Te escribo desde el “otro lado” y como siempre sigues en mi corazón.

Mi pastelito preferido, estando en los suburbios de los Ángeles descubrí una mujer con rasgos muy parecidos a los tuyos. Obvio, me aferré a ella. A ella le gusta que le muerda la oreja y que le diga despacito, en un susurro, eres mi putita preferida. Igual que reaccionabas tú, ella abre las fosas nasales, como tomando aire, como queriendo alimentarse con ese placer de escucharme. Al bajar, descubro que está mojada, como a ti te pasaba cuando con voz de poeta de barrio chilango, te repetía unos piropos de albañiles.

Te acuerdas cuando me dijiste: “ya todo acabó, será mejor dejarnos de ver”, mi mundo se vino abajo. Con los pocos ahorros que tenía me dispuse irme lejos, lejos de ti. Donde la barrera física me impidiera poder regresar para suplicarte, arrastrarme por una hora contigo.

Años atrás cuando te conocí trabajas para la señora Olga, después, e influenciada por mi llegada al pueblo, eso lo dijiste después. Cuando cansados de hacer el amor te recostabas entre mis brazos, allá en Chiapas, mi tierra adoptiva, decidiste quedarte allí. Habías llegado de El Salvador, ibas en pos del sueño americano.

Con tus dieciocho años recién cumplidos, y aún no conocías el “amor de hombre”. Conmigo aprendiste rápido y exploramos toda la gama sexual. Todo marchaba excelente, hasta que apareció aquel hombre. No, no te lo reprocho, él tenía toda la energía que yo a mis 60 años ya carecía. Te mirabas tan feliz. Yo mientras tanto, pasé hacer un cliente más. Te había perdido.

Ayer descubrí porque ella se parece tanto a ti, no recuerdo en que momento ni por qué, ella sacó una foto de su hermana, y te miré sonriente, enseñando tus hermosos dientes de marfil.

Soy un hombre afortunado.

Con amor.

Tu sexagenario admirador.

P.D. Te manda saludos Lucy, tu hermana.

lunes, 25 de febrero de 2008

Amor virtual

Cuando las muñecas dejaron de gustarle, ella, Josefina, se encontró ante un grave problema que le dictaba el espejo. Su figura rechoncha no llenaba el perfil de una mujer atractiva según los cánones de la época. Sus lentes gruesos de intelectual acentuaban su fealdad. Intentó, es cierto, mejorar su apariencia. Se sometió a una dieta muy rigorosa, por breve tiempo; pero al final sucumbió ante una deliciosa hamburguesa.

Su corazón albergaba, sin embargo, la esperanza de encontrar a su príncipe azul. Josefina, pensaba: “tendrá que quererme como soy”. Decidida a no quedarse con las manos cruzadas, abrió una cuenta en una página de Internet, se identificó como: “chicasexy”. Fue a través de este medio que conoció a Julio; “hercules”, él vivía en España, en Madrid, específicamente. Era un chico de 23 años de edad, estudiante de la carrera de Arte Moderno, aficionado a los toros; y, soñaba con tener a su amiga mexicana a su lado, disfrutando de una corrida de toros en la plaza de Las Ventas.

La amistad crecía y crecía. Ella, que para ese entonces ya estudiaba la Universidad, corría a casa para conectarse a Internet y poder charlar con su querido Julio.

Cada día, cada palabra llevaba pedacitos de sentimientos surgidos de lo más profundo de su ser. Todo era perfecto. El sentimiento de soledad que antes la abatía se alejó desde el mismo momento en que Julio le hiciera la pregunta largamente esperada. Su respuesta fue tecleada así:”Chicasexy dice: Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii”.

Se hicieron oficialmente novios. Ella podría a partir de ese entonces presumir a sus amigas que tenía un novio madrileño, dueño de unos grandes ojos azules, pero sobre todo de un gran corazón.

El gordo Luís, compañero de clase, quien siempre la había pretendido fue quien pago las consecuencias. Todo mundo se enteró de la forma en que Josefina, envalentonada, despreció una galletita que amablemente le invitaba el gordo. Gritando a los cuatro vientos que sólo permitiría que alguien le diera una galleta en la boca, si ese alguien se llamaba Julio.

Con el viento a favor las cosas se sucedían de la mejor manera. Pero la presunta estabilidad fue rota cuando Josefina recibió un mensaje de su adorado Julio, donde le hacía saber que pronto podrían conocerse en persona, ya que él tenía planeado viajar a la ciudad de México el próximo fin de semana. Acordaron que Josefina viajaría de Tuxtla Gutiérrez a la capital del país. Para ello faltaban escasos cinco días.

Lo angustiosa de la noticia radicaba en el hecho de que “chicasexy”, no era una morenita de ojos verdes, con un cuerpo ejercitado a diario en el gimnasio; sino una chica con sobrepeso, gorda pues. Y la fotografía que conocía Julio pertenecía a la prima de Josefina.

Se lamentaba no haber sido honesta en ese aspecto, estaba segura que Julio, conociendo sus sentimientos podría enamorarse de ella.

Josefina tuvo que explicarle a su prima todo el enredo en el que se había metido y pedirle que la ayudara. Su prima que era una mujer de ideas liberales, estuvo presta a apoyarla, puesto que no le desagradaba la idea de pasar un fin de semana súper divertido en compañía del chico europeo, además de tener la plena convicción de que la familia era lo primero.


***

Sentadas en la sala de espera del aeropuerto internacional de la ciudad de México, ella, junto a su prima Catalina, que por unos días sería Josefina, el viernes por la mañana cuando anunciaron la llegada del vuelo 703 de Iberia, Josefina sintió que el corazón le explotaría. El mundo por unos instantes se paralizó. Él bajó majestuoso, sobriamente vestido. Inmediatamente se dirigió a ellas. Tomó de las manos a “Josefina” –Catalina, en realidad.

-¡Eres aún más bella en persona, la foto no te hace justicia!

No dijo más porque sus labios se aferraron a los de ella, como un náufrago que por fin encuentra un tanque de oxigeno. Mucho después saludó a la prima gordita, que respiraba con gran esfuerzo, seguramente la altura de la ciudad de México era el motivo. Además el humo de la ciudad le irritó las vías respiratorias, por eso sus ojos lloraban, pero no era nada grave. Todo estaba bien. No, que no se preocuparan por ella.

-Estaré bien, ustedes vayan a divertirse.

Mientras se alejaban no se contuvo más y dejó que las lágrimas inundaran su rostro. Se sintió liberada.

Ya en el hotel Corona, en donde estaban hospedadas, se pasó la noche mirando algunos reality shows. Se quedó dormida casi al amanecer. Su prima había llamado para informarle que pasaría la noche con Julio, en el hotel Fiesta Americana y, por la mañana se dedicarían a conocer la ciudad.

***
De vuelta a Chiapas, después de los tres días más largos de su vida, retomaba su rutina diaria. Tendría que esperar hasta el jueves cuando Julio estuviera ya en Madrid para comunicarse con él por medio del chat. Pero como decía mi abuela: “no hay fecha que no se venza ni plazo que no se cumpla”; llegó el jueves. Cuatro de la tarde, Josefina ya estaba conectada, cuando en la pantalla apareció: “hercules dice: hola princesa, eres maravillosa para hacer el amor”. Ella sin asomo de dudas y con todo el arrojo que la ocasión ameritaba, respondió: “chicasexy dice: tus besos me hicieron la mujer más feliz del mundo, gracias, te amo Julio”. Y la conversación continuó en el mismo tono; pero lo que él nunca sabría es que mientras ella escribía, sus ojos casi no miraban el teclado porque de ellos brotaban abundantes lágrimas.

jueves, 21 de febrero de 2008

Se lo que quieras ser, pero nunca olvides tu origen









Esta es la historia de una lombriz, pero no una lombriz cualquiera, no, para nada. Su singular estilo de vida le concebía una recia personalidad. Razón por lo cual creía no merecer ser una simple lombriz; sino algo más, quizás una culebra -por lo menos, pensaba.
Todos sabemos que una lombriz constituye una rica golosina para un pez y, su destino está muy ligado al de un pescador. Pero eso de ser carnada, como que no la convencía, pensaba que tenía que existir otras opciones para una lombriz.

Así fue como decidida a cambiar el rumbo de un destino cuadrado, se disfrazó de culebra. Con pintarse unos anillos de color rojo bastó para a partir de ahora llamarse Culebrina. Con su ondular tan distinguido, pronto fue reconocida como una de las más preciosas serpientes del pantano. Todas sus nuevas amigas, secretamente deseaban tener unos anillos tan perfectos, tan llenos de color.

El tiempo, el tiempo que nunca se detiene, aun en los cuentos, avanzó muy de prisa. Todas las amigas de Culebrina crecían y crecían, en cambio, esta seguía siendo una pequeñita. Algún secreto debe guardar, -rumoraban sus amigas. Porque a simple vista seguía siendo una culebra niña.

Decididas a descubrir el secreto que guardaba idearon un plan a fin de descubrirla. Este consistía en organizar un concurso de “mordidas al vacío”, se trataba de morder un recipiente, un vaso, para ver quien depositaba más veneno. Obviamente la lombriz no depositó ni una pizca de veneno. Mirándose descubierta no tuvo más remedio que contar la verdad.

Moraleja: Si quieres cambiar tu destino, cámbialo, pero no finjas lo que no eres, pues tarde o temprano tendrás que escupir el veneno, y hay de ti si no eres capaz de dar por lo menos un chisguete.