domingo, 6 de febrero de 2011

Definición forzada


Cuando las luces se apagan y la ciudad se torna oscura y fría me refugio en tus labios de carmín. Tú no lo sabes ni lo sabrás nunca pero cuando beso otra boca pienso que eres tú. Ayer por ejemplo, la niña de boca chiquita, la de andar coqueto. Me miró fijamente a la cara, sin la más mínima duda, acercó su rostro y me ofreció su lengua de viborita inquieta. Hurgó dentro de mí. En esos instantes la verdad olvidé tu rostro y las noches que no me has dado se eclipsaron.

Cuando desperté ya habían pasado cinco horas.

El reloj de la catedral de San Marcos marcaba la 1:30 horas del domingo 6 de febrero. No sabía como ni por qué yacía inerte en un hotel del centro de la ciudad. No sentía las piernas, ni los brazos. Por todos lados de la pequeña habitación se percibía un fuerte olor a sexo. La cama deshecha y sobre el colchón envases de cervezas a medio acabar, manchas que dibujaban extrañas formas.

Aún tendido sin poder pararme. Recobraba cierta lucidez.

Salí del trabajo como eso de las dos de la tarde. Algunos compañeros invitaron algunos tragos. No bebí mucho, casi siempre prefiero mantenerme sobrio. Ella marcó a mi celular, quedamos en vernos en tal o cual lugar. Nunca llegó. A partir de ahí recuerdo haber comprado el Cuarto Poder, el periódico local, marcar a un servicio de edecanes. No quiero aquí justificar nada. Pero era el cumpleaños de las “definiciones”. Por eso pedí tres chicas. La de boca chiquita que se parece a ti, la güerita que no decía nada y la morena de ojos verdes. De las tres, desde el primer momento, preferí a la boca chiquita. Mientras las otras dos buscaban darme placer en otras partes de mi cuerpo, ella se encargaba de hablarme al oído. Cosas extrañas decía. “Nunca valorarás suficientemente la vida sino te hago esto…” Yo no respondía nada. Mi respiración agitada no me dejaba pensar. “Si ellos lo hacen por qué nosotras no”, y reía, reía con esa sonrisa que tú tienes.

Quizás mañana salga en la nota roja algunas fotos que me tomaron los pinches policías. No hay respeto de los derechos humanos. Ahora no estoy seguro de querer seguir viviendo en este mismo barrio, seguramente se enterarán de lo que pasó. Y no lo hago tanto por mí, la verdad esas cosas me valen un soberano cacahuate, sino por mi familia.

Después de esto, ahora estoy más seguro que nunca, prefiero tus labios de niña y no los de esos cabrones que me violaron.