martes, 25 de enero de 2011

¿Verbo mata carita?



En su oficina atendiendo a sus clientes, Roxana, se pierde por un instante. Se deja llevar por su vasta imaginación. Mira de reojo a un cliente que espera en la antesala. Él siente su mirada y se sonroja, se acomoda la camisa manga larga y vuelve a sumirse en sus pensamientos. Su nombre es Pedro y tienen una relación hasta ahora de negocios. “Soy escritor y me encanta saber que a ti te apasionan las letras igual que a mí”, había dicho él cuando recién se conocieron. Ahora después de un mes la relación ha girado en otra dirección. Aunque a Pedro le cuesta expresarse o al menos eso cree Roxana, él le ha dejado ver el enorme interés que siente por ella.


Pedro es ingeniero de profesión, pero se viste con la propiedad de un licenciado, tiene unos ojitos asustadizos, que al ver a Roxana pareciera que fueran a salirse de su órbita. Expresión física que para los gustos de Roxana hacen que se vea más feo. Sin embargo tiene un no sé que lo hace interesante. Ese no sé qué, se llama literatura, la magia de las palabras que a ella cautiva.

“…Me agrada mucho escucharte, me han cautivado esas bonitas perlas que resumen la inacción o precaución con que quiero mostrarte mi rostro. Tú eres una mujer con chispa, me refiero a que entiendes fácilmente hechos o situaciones donde otros se quedan dormidos, y me complace esa apertura…” Escribió, Pedro en un correo lleno de lírica.


Roxana, empezó a sentirse molesta por los insistentes ojos y esas manos temblorosas frente a ella, la invitaba a su mundo, a sus espacios. Pedro se había enamorado de su Elena de Troya, la guerra había empezado. Quiso conquistar lo inconquistable, Roxana manifestó no amarlo, no desearlo, no permanecer un momento más en su vida. Son de esos amores que no florecen ni abundan en la poesía.


Yo no hubiera podido enterarme de esta historia si no fuera porque Roxana es mi amiga y me pidió que yo fuera su novio postizo.