viernes, 11 de enero de 2008

No sólo de pan vive el hombre…



Estoy formal, formante desempleado y no puedo decir ‘que solo me siento’, la verdad somos varios millones de desocupados en todo el país.

Dispuesto a cambiar mi situación laboral acudí al Servicio Estatal de Empleo. Una empleada muy atenta me recibió. Preguntó algunas estupideces, que no quiero repetir. Llené un formulario y después a esperar.

En la espera intenté como se dice ‘romper el hielo’, con algunos enfermos del mismo dolor.

-Ta’ duro conseguir empleo, verdad.-dije, en un tono que pretendía ser interrogativo, a un joven que se miraba bastante entretenido mirándole las piernas a la muchacha de la recepción.

-Ajá, contestó.

Me pareció un no esté chingando.

Pero yo que siempre he sido obstinado, volteé a mi derecha, que no es por nada pero siempre ha sido mi mejor perfil.

-Ya llevo varios días buscando chamba y nada de nada. Y usted, ¿Cuánto tiempo tiene que busca trabajo?, pregunté al aire, como lanzando un anzuelo, a ver que pescaba. Una chiquilla de unos dieciocho años, cuando mucho, después sabría que en realidad tiene veintidós. Con una sonrisa de quien acaba de tener un buen orgasmo, comentó:

-Un poquito, apenas ayer empecé a buscar. Usted ya se ve cansado, no sé, lo noto un tanto desesperado, su voz suena bastante cargada de estrés.

Obviamente, ella tenía ganas de charlar. Como siempre he sido un tipo que le gusta ir directo al grano, le lance a bocajarro ciertos cuestionamientos que en lo personal siempre me han interesado, más tratándose de una mujer de tan buen ver; se descubrió como una psicóloga recién egresada, de veintidós años de edad, soltera sin compromisos sentimentales, decepcionada de los hombres, en particular de los chiquillos que no saben ni lo que buscan. Debo admitir que esto último, mentalmente al menos, incremento mis bonos, ya que no soy precisamente un adolescente.

En esas estamos cuando otra mujer reclamaba mi presencia. Ni modos, tuve que despedirme.

Con mi currículo en mano caminé hacía donde la funcionaria de gobierno esperaba para entrevistarme. Mostró una sonrisa ensayada, pregunto muchas cosas. Al final de diez minutos llegó a la conclusión que no había ningún lugar disponible para mi, en algunos puestos me hacía falta experiencia, en otros en cambio resultaba con “demasiada experiencia”. Estreché su mano una vez más, agradeciéndole su atención.

En la sala de espera aún permanecía la joven psicóloga. Me recibió con su sonrisa encantadora, -ya éramos viejos conocidos, grandes amigos. Ella tampoco había conseguido nada.

Eran los doce del día. Sin trabajo pero con una tarjeta de crédito en el bolsillo, invité a mi nueva amiga a tomar un café.

Hablamos y hablamos, de trabajo, de amores, de poesía, etcétera. Al final descubrimos que estamos hechos el uno para el otro.

Corrimos a bañarnos, claro cada uno en su respectiva casa. Teníamos una cita para ir al antro, un lugar no tan ruidoso, que permitiera seguir charlando. Bueno es decir, en este punto, que ella tiene un gran futuro, casi al instante pudo descubrir el origen de mi depresión, y como toda mártir se ofreció como voluntaria para curar al enfermo. ¡Es una gran mujer! Fue una noche fantástica.


***

Pienso todo esto, cuando decido nuevamente lanzar al aire el anzuelo:
-Ya llevo varios días buscando chamba y nada de nada. Y usted, ¿Cuánto tiempo tiene que busca trabajo?...

viernes, 4 de enero de 2008

Ángel, demonio o simplemente ser humano


Son las tres de la mañana, él espera la llegada de María, su esposa. Se supone debería estar de vuelta en casa a más tardar a las dos. Su corazón palpita agitado, en un frenesí que crece a medida que la noche avanza. No es la primera vez que pasa esto. En el último mes ha sido la constante.

El cansancio de la espera por fin vence a Mario. Ahora duerme con un rictus de dolor que refleja la lucha que libra con seres demoníacos.

Cuando el despertador suena son las seis de la mañana. Mario revisa rápidamente sus pensamientos de la madrugada, en tanto, apresura la rutina. Tiene exactamente una hora para llegar al trabajo.

Mario es jefe del área de fabricación de materiales. Es un empleo interesante. Sobre todo agradece al cielo, el no tener que estar como robot todo el santo día, ensamblando pieza tras pieza en el área de producción.

Ella, María, descansa aún, arrollada junto a su pequeñita. En su cara existe una paz del tamaño del mundo. Cuando Mario ve la escena se culpa de los malos pensamientos. Besa en la frente a su hija y a su esposa. Acomoda las cobijas y se aleja presuroso a tomar el transporte público que lo llevará a la fábrica.