lunes, 28 de julio de 2008

El jardín abandonado


En mis ratos libres me dedico a trabajar como jardinero, el resto del tiempo soy profesor de Literatura Hispana en la preparatoria. Realmente he de confesar no tengo necesidad de un segundo empleo, con lo que gano en la escuela cubro mis necesidades. Estoy soltero. No tengo familia. Así que muchos colegas me tachan de loco, en los casos más suaves, otros llegan a utilizar palabras más duras que no quiero repetir. Si supieran, si supieran porque me gusta cultivar los jardines, pero no lo saben ni lo sabrán, a menos que tú vayas a contarles todo esto. Sé que no lo harás porque es un secreto que guardamos los dos.

Fue un sábado, ¿te acuerdas? Cuando vine por vez primera a tu casa. Tu esposo no estaba, se había llevado a los niños a la playa.

-¡Buenos días, señora! Saludé desde la entrada. ¿Aquí necesitan un jardinero?, pregunté.

-¡Pásele, pásele, por favor! Buenos días, señor. Dijiste atropellándote con las palabras

De inmediato sentí el peligro. Y no me refiero a tu perro que custodiaba la casa, sino a que la bata que llevabas puesta dejaba ver tus piernas duras.

Producto de mis vastas lecturas suelo utilizar un lenguaje bastante especial; cosa que a ti te llamó inmediatamente la atención. Eso lo supe después.

Transcurrieron dos días de trabajo duro. Lo creí adecuado; corté una flor de las muchas que adornaban el jardín. Abrí la puerta principal y con paso firme me dirigí al cuarto, donde sabía descansabas, Venus. No toqué, simplemente empujé la puerta. Aún dormías, tu piel blanca se confundía con la minúscula prenda que cubría tu sexo, tus nalgas perfectas; cual dos prisioneras, buscaban la libertad que la fina tanga reprimía. Te despojé de un tirón de aquella, para dar paso a mi miembro erguido.

-Tienes el culo perfecto, mi amor, -dije casi en un susurro, mientras dejaba caer en ti los pétalos de la rosa, como en una lluvia de color.

-Estaba esperando por ti, llénalo de amor.

Nos entregamos a la vida, al placer que nuestros cuerpos provocaban, en una explosión de planta germinando.

Aprovechamos el tiempo al máximo, ya que el fin de semana estarías muy ocupada, porque tu esposo tendría una cena con los altos mandos del ejército a la cual también asistirías.



***
Yo, como ya era habitual, a las seis de la mañana en punto toqué el timbre de la casa marcada con el número 302, pero esta vez nadie respondió. Esperé diez minutos, que me parecieron una eternidad. Silencio total.

Sumido en mis pensamientos no escuchaba que una señora me preguntaba:

-¿Busca a los señores?

-Sí, sí, perdón.

-Fíjese que ayer por la tarde vino un camión de mudanzas, me pareció oír que se marchaban a Tamaulipas.

-Ah, gracias, muchas gracias. Disculpe, ¿no necesitará un jardinero?

Aquélla, pícaramente, respondió:

-Si es como se rumora en toda la cuadra, que es usted un artista con las manos, -mencionó manos y miraba mi sexo-, lo quisiera contratar a partir de mañana, que mi marido saldrá de viaje. Vivo en el número 320, -dijo alejándose y en la cara pintada una sonrisa.

jueves, 17 de julio de 2008

Secretos íntimos



Tenía tantas ganas de hacer esto que todo este año decidí ahorrar cada centavo posible. Como todo proyecto empezó siendo una ilusión, después evolucionó a algo más concreto. El primer helado que no comí se convirtió en el principio de mis ahorros. Una a una mis moneditas fueron llenando la pancita de mi cochinito. Hasta que descubrí que la panza de aquélla cosa no le cabía un centavo más.

Sin que mi padre se enterara rompí mi alcancía. Saltaron por todos lados monedas de uno, cinco y diez pesos. Cuando por fin pude terminar de contarlas me di cuenta que tenía la cantidad exacta.

Al volver mi padre del trabajo lo primero que descubrió fue la ausencia de ‘Porky’.

-¿Dónde anda ese puerco condenado?, preguntó.

-Seguramente salió a dar una vuelta, respondí. Con pretensión de que aquel asunto se olvidara lo antes posible.

-Bueno, bueno, después buscaremos a ese marrano. Por lo pronto vamos a cocinar algo que tengo mucha hambre.

Él se puso a preparar unas ricas chuletas de puerco, por supuesto.

-¡Me pasas la sal, por favor!, gritó. Me sacó de mi ensimismamiento.

-Qué planeas cachorrita, te veo tan ausente, dónde anda esa cabecita, dijo. Me puse roja. Es que no estoy acostumbrada a ocultarle nada a mi padre.

Vio que algo pasaba y dejando el sartén se acercó a mí. Ahora cuéntame que está pasando, inquirió.

Quería morir, había sido descubierta. Mi secreto se iba por la borda.

Después empezó a darme “tormento chino”, esas cosquillas que él suele infringirme en forma de “castigo”. Tuve que confesar, casi muriéndome de risa:

-Te voy a comprar un boxer, para tu cumpleaños. ¡Sé que lo necesitas, por Dios!

lunes, 14 de julio de 2008

Invitación a soñar

En un rincón, donde la realidad se confunde, la historia se transforma y el encuentro con seres alados que invitan a volar se confirma. Tomo tu espíritu con fuerza ciclónica acumulada en todos los poros de mi piel; así visitamos mundos intangibles para la mayoría, visibles sólo para algunos cuantos privilegiados, que logran detener un momento el caminar tortuoso material del mundo actual. Aislados en una burbuja que sube y sube hasta desaparecer en el infinito, dejando una estela de luz y de amor.

Hipocrecías


Es una tarde oscura en aquel rincón del planeta. Miranda siente un golpe sordo en su interior. Las imágenes yuxtapuestas se agolpan en una carrera vertiginosa. Quiere correr pero algo lo impide. No sabe exactamente qué es. Una lágrima surca su rostro, busca a tientas algo donde asirse, después de varios intentos fallidos se da por vencido. Sigue mirando al cielo, allá arriba una estrella solitaria tintinea graciosamente, se imagina que es el ojo de Dios. Él que nunca tuvo más dios que el dinero. Se da cuenta de la incongruencia y empieza a llorar abiertamente, cuando comprueba su terrible soledad.

***
El temblor que azotó al Estado de Chiapas, localizado al sureste de la República Mexicana, causó muertes y daños materiales aún sin cuantificar. Los equipos de rescate llegados de distintos partes del mundo aún continúan buscando sobrevivientes entre los escombros; se lee en casi todos los diarios de circulación nacional. El mundo entero se ha horrorizado por las múltiples muertes ocasionadas por este fenómeno natural. El Servicio Meteorológico Nacional informa que habrá réplicas. Protección Civil pide a la población mantener la calma y refugiarse en los albergues que el gobierno ha instalado en diferentes puntos de la ciudad.

***
-¿Dónde estaba tu padre? Jerónimo, ¿Dónde dejaste a tu padre? ¡Por Dios, contesta! Suplica la esposa de Miranda.

-No lo sé, no sé donde quedó el viejo. Además creo que ya era su hora. Gracias deberías de dar, por fin te deshiciste de él. ¿Acaso no siempre te andaba golpeando?

-¡Cállate, que te rompo la cara!, con expresión furibunda, doña Petra obliga al muchacho a guardar silencio.

***
…hermanos, hermanas estamos aquí reunidos para la celebración de la santa eucaristía, en memoria de don Jerónimo Miranda, quien perdiera la vida en el temblor de la semana pasada, ejerciendo el oficio de albañil, sepultado por los miles de ladrillos que se le vinieron abajo. Con profunda pena doña Petra Solís, quien aquí nos acompaña me ha pedido desmentir lo que se dice acerca de su difunto esposo, en el sentido de que este era ateo, porque a solas, -afirma ella-, muy despacito se le podía escuchar rezar antes de irse a la cama. El cielo lo sabe bien. Por eso pide a la comunidad cristiana aquí reunida lo perdonen y, de ser posible, ofrezcan una plegaria por el descanso de su alma…

***
-Doña Petra son cinco mil pesos por los trabajos realizados, mire que tuve que exponer mi credibilidad con tal de salvar la imagen de su difunto esposo.

-Está bien padrecito, ya sabe, le pago con visitas para calmarle la fiera que trae colgando.

lunes, 7 de julio de 2008

Venus de Oficina


La sociedad se ha vuelto desconfiada y ya no se puede hacer compromisos como antes, de forma verbal, ahora te piden miles de cosas, entre estas una fianza.

Fue así como consciente de necesitar una afianzadora, consulté en la Sección Amarilla, y la escogí no por las razones que dicta la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef); sino más bien por quedarme más cercana.

Un ejecutivo con sonrisa pintada en el rostro me atendió. Me detalló los requisitos que tenía que llenar para poder ser afianzado. En esas estabas, sería ya casi el medio día, cuando te miré llegar a las oficinas de la Afianzadora, desde el principio me hiciste recordar a una señora de ensueño, dijiste: “Buenos días”, y pasaste con rumbo a tu cubículo. El aroma que tenías se me quedó impregnada en la memoria, así que ahora que escribo este relato, todavía lo paladeo tratando de ponerle un nombre a ese perfume tan singular.

Al principio creí que podría ser vainilla, pero después descubrí que le hacía falta algo que lo dejaba como a jazmín, al final me confesé incapaz de etiquetarlo.

***
Ya han pasado dos semanas de ese encuentro casual. De repente se ha hecho la luz; ya sé a que olías, olías a sexo, tu vestido guarda ese secreto, tus caderas, tus piernas, tus nalgas, tus pechos, tu voz, pero no hubiera llegado a esta conclusión de no haber visto en tus grandes ojos cafés, cuando me dijeron adiós, el fuego que te quema las entrañas.

Historias torcidas de la literatura


La Cenicienta llegó tarde al palacio del príncipe, la fiesta ya había terminado, los criados recogían las mesas dispuestas para la ocasión, montones de botellas de refrescos vacíos afeaban el lugar, manchas de mole poblano en los manteles, montones de barro de las piñatas que rompieron durante la noche. Cenicienta no lo podía creer, había llegado con doscientos años de retraso; en otro siglo, pero el mismo palacio.

¿Qué hacer se preguntó?, no podía desandar el camino sin haber bailado por lo menos una pieza. Así que llamó al criado que le quedaba más cerca, lo consultó:

-Gentil hombre, ¿podría dejar lo que está haciendo, y bailar con esta dama, una pieza?

El criado que hasta entonces había estado concentrado en sus tareas, alzó la vista, y el rubor en sus facciones, denotó el estremecimiento que en su ser causaba tal mujer.

-No solamente una, sino dos, tres o las que sean, que mujer tan bella jamás le negaría nada, -contestó este, una vez repuesto de la primera impresión.

Así fue como tomados de las manos bailaron, bailaron y bailaron, sorteando la mugre que quedaba en el piso, cada salto, cada movimiento suponía una sincronía total, ante la eminencia de quedar atrapado entre cáscaras y pedazos de ollas esparcidas por el piso.

Cenicienta, conciente de que pocos hombres podrían seguirle el paso de esa manera, decidió no separarse nunca más de aquel plebeyo, de ritmo acompasado con el suyo.

Procrearon siete vástagos, pero todos con escasa estatura, que a la postre serían conocidos como los siete enanitos, pero ese es otro cuento.