lunes, 23 de marzo de 2009

La belleza del dinero


Echada en la arena de puerto Arista ella contempla el mar, con la mirada perdida en el horizonte azul y en la mano una cerveza, gotitas de sudor surcan su cuello y se deslizan hasta la espalda. Hoy está cumpliendo 22 años y para celebrarlo decidimos buscar algo diferente, que no fuera Cancún o Acapulco. El paraíso tropical que nos vendieron en la ciudad de México: Chiapas, es después de todo, distinto a lo que estoy acostumbrado. El poder que da el dinero me permite tener a mi lado a una chica como esta, yo que soy un adulto tirando a viejo y, además, como muchas me lo han dado a entender: feo.

A estas alturas del desarrollo científico ya no debería existir ese binomio; feo y rico. El adelanto en la cirugía plástica tiene el poder de transformar cualquier rostro, yo sin embargo, me he resistido en caer en manos de un cirujano. Tengo mis razones, algunas bastante conocidas, otras un tanto complicadas. De las primeras doña Elba Esther Gordillo; es un ejemplo perfecto, se cuenta que era muy bella y mírenla ahora. Lo segundo tiene más bien que ver con taras morales que no viene al caso discurrir en estos momentos.

Disfruto mucho cuando una chica bonita tiene que dejar todo su orgullo para soportar mis besos, mi panza, etc. Cuando tomados de la mano con la chica en turno, que siempre es mucho más joven que yo y, al pasar escucho murmullos de tipos castrados por una esposa gorda: “…pero si podría ser su papá…” Sonrío por dentro, mirándole de reojo la cara que dice “lo-que-daría-por-estar-en-tus-zapatos”.

Crecí entre muladares, allá donde la vida es siempre de color negro, donde no tienes ni para tragar, allá que cuando llegas a los trece años, ya has probado de todo, quizás también un pariente te ha violado. A eso se debe que cuando me encuentro en confianza dejo toda la educación que de grande recibí para convertirme en el verdadero ser de costumbres repugnantes. Uso un lenguaje bastante arrabalero que he notado algunas damas disfrutan…

-¿Nos vamos Chocolatito?, -pregunta Roxana, acercándose.

-¡Chingada madre!, que no entiendes que no debes interrumpir mis reflexiones, -con una expresión furibunda responde el Chocolatito y con un movimiento ágil le estampa una mano en la mejilla.

-¿Me perdonas, mi amor? –susurra Roxana. Acariciándose la parte adolorida.

Él no responde y se queda sumido otra vez en sus lucubraciones. Y en su rostro dibujado una expresión de felicidad infinita.

3 comentarios:

Vlátido dijo...

Me laten tus historias, cotidianas, minúsculas... felicidades!!

El literapitecus dijo...

Gracias camarada. Usted también no canta mal las rancheras. Ya he hurgado sus escondrijos.

Anónimo dijo...

bonita historia... común diría el amigo vladimir. Es la terrible realidad y el sueño de muchas, jaja, que no?
saludos amiguito.
un beso