jueves, 7 de agosto de 2008

Al pie del Cañón, siempre Oda al Gobierno Municipal


El pueblo amanece con un movimiento inusual, sus calles regularmente tranquilas revolotean agitadas. San Valls de las Colinas se limpia centímetro a centímetro, adoquín por adoquín. Hasta los más chicos trabajan arduamente en la tarea de limpieza. El único héroe oficial que ha tenido luce en el centro del pueblo, siempre ennegrecido, opaco, pero ahora que le han retirado toda la mugre que cargaba por años, renace con toda la gallardía de un verdadero personaje histórico.

El sudor en el rostro juguetea resbalándose en graciosas cabriolas que acentúan la festividad del día. El aire se mete a todos los hogares y se desliza junto a las golondrinas que en parvadas de diez o a veces solitarias trazan verdaderas obras de arte teniendo al cielo como lienzo.

Las montañas que rodean al pueblo se inclinan de vez en vez para asomarse al espectáculo de la alegría de vivir. Para hacerse sentir sueltan algunas piedritas que ruedan hasta la parte baja, a las orillas del pueblo, que poco a poco van formando un anillo de hermoso color turquesa.

Quien no conozca San Valls de las Colinas pensará que no existe, pero desde hoy ingresará a la guía internacional de pueblos a visitar. No hay forma de perderse, con su letrero reluciente a la entrada: “Aquí son Hechos, no Palabras.” Para mayor información este lugar antes era conocido como Tuxtla Gutiérrez.

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