lunes, 5 de noviembre de 2007

Ex casita del placer


Mi familia está compuesta por papá, mamá, diez hermanas y yo, el único hombre.

Cuando recién llegamos a Tuxtla nos establecimos en la 6ª. Sur Oriente No., bueno el número puede quedar en el anonimato, ¿la razón? Luego la sabrán.

Todo marchaba bien. Teníamos unos excelentes vecinos. Don Manuel, por ejemplo, desde el primer momento se mostró solícito para con todos nosotros. Su esposa doña Irma, en cambio, tenía cierto recelo.

No es por presumirles, a mi no me gusta ser así, pero todas mis hermanas bien podrían concursar en cualquier certamen de belleza y seguramente lo ganarían.

Hablo de hace unos veinte años, cuando Tuxtla todavía era un poquito mas recatada. Las “casas de citas” eran tan clandestinas que aún los vecinos no se enteraban de que al lado tenían un burdel.

Así pasaron los primeros días, entre arreglos de la casa, establecer rutinas escuela-trabajo, etcétera. Mientras tanto el vecinito que nos ayudaba en todo tan “desinteresadamente” se empezaba a mostrar inquieto, hasta que un día sin más preámbulo le preguntó a mi hermana mayor qué cuánto cobraba por una hora de sus “servicios”. Y miren que le tocó a la mas suavecita. Por eso no perdió los dientes, bueno no todos.
Y es que después supimos que en esta casa había funcionado por muchos años una agencia de edecanes.

No hay comentarios: