lunes, 8 de octubre de 2007

Niño rico, niño pobre

El clásico tipo que vive feliz aunque no tenga donde caerse muerto, así era Roberto Palacios, Robert para sus amigos. Le gustaba bailar, parrandear, perderse entre los brazos de quien fuera, único requisito,-que usara faldas.

Ya casi terminaba la feria del Señor de la Misericordia, patrono del pueblo y él no estaba dispuesto a perderse de la “mera noche”, en la que se presentaría Los Bukis, y para variar no tenía ni un solo centavo, ya solo faltaban unas horas y no encontraba la forma de conseguir la entrada.

A su novia le dijo que la vería dentro. Todo por culpa de sus padres que no la dejan salir con él. Tenían que esconderse. Pretexto perfecto, que evitaba pagarle su entrada.

Sentía que esta vez si se quedaría sin poder disfrutar de la última noche de fiesta, con esos pensamientos estaba cuando vio venir al Rafa, junior del pueblo, hijo del hombre más rico de la región. Muchacho de unos 24 años, algo pendejo, queriendo ser benévolo, realmente era bastante idiota, sobretodo cuando se trataba de conquistar a las chicas. Y como dios al parecer todo lo pone en justa balanza, él necesitaba de Robert y Robert necesitaba de su dinero.

-Que ondas vos, que andas haciendo todavía aquí afuera, ¿qué no vas a ir al baile?, pregunta Rafa.

-mmm, lo que pasa es que mi papá no me dejaba salir, hasta que no le prometiera que no va pasar lo de la otra noche y me hicieron prometer que voy a portarme bien. Ah, también de que no me iba juntar contigo, que porque eres pierdegente.

-Ni que fueras señorita, cabrón. Ya te tengo bien trabajada a la Cancino, pero si yo no puedo entrar ella no te va a pelar.

-Hey vos, pero me garantizás que va a caer.

-Si te estoy diciendo que ya te la he preparado. En cuanto la mire allá adentro le acabo de convencer de que eres buen tipo, camarada pues.

-Ta’ bueno. Vamos a comprar los boletos.

Una vez dentro del local y ya con la mesa bien abastecida por algunas botellas, botanas, y compas mutuos, el Robert se olvidó de Rafa. Él tomaba, bailaba, y el junior permanecía sentado, aburriéndose.

-Ya convenciste a la Cancino, miré que le hablabas al oído mientras bailaban, pregunta el junior con tono de reproche.
-Una tanda más y te la pongo en bandeja de plata, así que aguanta un rato y…tremenda nochecita que vas a pasar, ¿eh? -Finaliza con un gesto pícaro Robert.

Así casi pasó la noche. Llegó las cuatro de la mañana y del Robert ni sus luces. Mientras era buscado por toda la pista de baile. Él, el Robert iba por su segunda vez, en la habitación del hotel Guillén, disfrutando del cuerpo de Aurora Cancino.

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