viernes, 19 de octubre de 2007

El episodio de la verdadera historia del Alacrán


Minicuento urbano

Manuel Miranda alías “El Alacrán” vivía en una zona residencial de Tuxtla Gutiérrez. En los lugares mas nice se le podía ver. Siempre disfrutando de la vida acompañado de sus mejores amigos. Con la aptitud de un niño bien se desvolvía con singular arrogancia. Todo, podría decirse, marchaba sobre ruedas, sin el menor atisbo de preocupaciones que empañaran sus diversiones.

Pero llegó un día en que las cosas le empezaron a parecer ordinarias, y por lo tanto; aburridas. Ideando nuevas formas de pasar el rato decidió buscar la forma de conquistar muchachitas recién llegadas de los muchos pueblitos que tiene el estado de Chiapas.

En esas andaba cuando el suceso aquel que publicaron los periódicos. Seguramente lo recordarán porque todo el día estuvieron con lo mismo los noticieros locales.

La mañana del 22 de septiembre al arribar el autobús proveniente de la región de los Altos del estado, El Alacrán ya esperaba impaciente una mas de sus victimas. Al parecer era su día de suerte. Una chica de ojos verdes, tez apiñonada, buenas formas y de mejor caminar, ataviada con el vestido típico de las íngenas, prometía un excelente día de pesca.

En menos que canta un gallo, la chica ya era presa del cazador.

Estaban en el departamento oficial para estas actividades. Puesta la mesa, tan solo hacia falta servirse. Él, se regocijaba de su capacidad de seducción, casi se sonrojaba al pensarlo.

El acto final se consumaría dentro de unos minutos y pasaría a engrosar la lista de mujeres incapaces de resistirse a sus encantos. Pero la vida le tenía una sorpresa, la chica no era una chica, sino un chico. Divino o divina, pero con aquello que les cuelga a los caballeros.

Fue allí donde se cumplió la sentencia: “Con la vara que mides serás medido”.

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