martes, 2 de febrero de 2010

*¿Soy un Krill?


Hay días en que me siento terriblemente confundido. Busco un rumbo en la vida y por más que intento descifrar el laberinto me pierdo irremediablemente. Esto sería más o menos normal si se tratara de un adolescente pero yo hace algunos ayeres superé esa etapa. Todo este sentimiento empezó cuando estaba mirando una película con clasificación A -fíjense donde encuentro el sustento filosófico. El espanta tiburones, o algo así, el nombre es lo de menos. Un “pececillo” Krill pregunta qué hay después de él y la respuesta es horrenda, avasalladora. Lo que hay después de él es: mierda. El último en la cadena alimenticia. Esa palabrita la estuve escuchando toda la noche: ¡Mierda, mierda, mierda, mierda...! No pude seguir durmiendo.

A las doce de la noche puse manos a la obra. Tecleé “como aumentar la autoestima”, google solamente remitió 62,000 entradas. Revisé algunos argumentos, sólidas teorías de la personalidad, incluso visité la página del licenciado Cornejo, como pueden ver, estaba desesperado. No me quedó alternativa. Utilizar el añejo método sanalotodo. Masturbarme muchas veces pensando en que yo era un rey y le hacía el amor a dos princesas. Por fin pude conciliar el sueño.

Ya en la mañana, más dueño de mí, bueno -mucho más dueño de mí- y con la cabeza despejada realicé mis preparativos para dirigirme al trabajo que realizo en una oficina de gobierno. La directora general es una bella mujer, señora que ha sido diputada local, entre otras cosas importantes. Es por demás innecesario decir que ella ha sido evocación de mis más íntimos sueños.

-¡Buenos días, compañero!, que bien está usted iniciando el año.

-¡Buenos días, licenciada!, -dije yo a su vez, con una voz sonora, aterciopelada, herencia de familia y con una seguridad que irradiaba poder. Aproveché que ella quedaba justo atrapada entre mí y las escaleras para acercarme y sin darle tiempo de nada estamparle un beso en los labios, para después susurrarle:

-siempre me has gustado, niña pechochita.

Ella no daba crédito a lo que pasaba y aproveché para alejarme de la escena. Pensando para mis adentros: “¡lo disfrutó, lo disfrutó!”

Tranquilamente me dispuse a iniciar mis labores cotidianas, cuando mi jefe inmediato me llamó.

-Quiero tu renuncia, no preguntes por qué.





*Biológicamente el Krill no pertenece a la misma especie que el camarón, pero comercialmente puede pasar por un camarón muy pequeño.

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