martes, 28 de octubre de 2008

Inútil para secuestradores


Serían algo así como las ocho de la noche cuando recibí una llamada, pero como no conozco el número dejé que sonara, sonara y sonara. Como a los cinco minutos volvió repiquetear. Una vez más no contesté. Pasaron algo así como diez minutos cuando el aparato nuevamente comenzó a timbrar.

-Bueno, bueno, ¿quien habla?, pregunté de forma urgente.

Del otro lado solamente escuché risitas, que parecían provenir de niñas. Decidí olvidar el asunto y ponerme a terminar la captura de datos que a mi jefa le urgía.

El reloj que tengo justo frente a mi casi señalaba las nueve de la noche cuando recibí un mensaje en mi celular: “Hola, mi nombre es Fernanda, me gustó escuchar tu voz, soy una chica que asiste al mismo gym al que tú vas. ¿Te gustaría salir conmigo?”. Yo conozco de muchos casos en los que se juegan este tipo de bromas, aunque a veces resulta ser toda una organización criminal, que no bromea sino que, indudablemente busca estafar, robar, secuestrar, etc. Pero, pero la carne es débil, así que lo primero que hice fue ir al baño, me quité la camisa para observar mis prominentes músculos: “sabía que todos estos años metidos en el gimnasio tendrían su recompensa”, me escuché decir.

Dispuesto a creer en mi buena fortuna contesté más o menos en los siguientes términos: “Claro que sí me gustaría salir contigo. Dime dónde nos vemos y a qué hora”. Esto ocurrió en un día viernes, así que espero que eso sirva de atenuante.

Contestó con una dirección que no puedo revelar. Apresuré la captura para dejarla lista antes de las diez de la noche. Mis dedos materialmente volaban sobre el teclado.

Bajé apresuradamente las escaleras del edificio y me dispuse a tomar un taxi.

Llegué al numero 201 de la calle, bueno, el nombre de la calle lo reservo. Toqué e inmediatamente se abrió la puerta:

-¡Pásale, pásale!

La voz del otro lado parecía tan familiar que no dudé en ningún momento en obedecer la orden.

La habitación en penumbras no me dejaba verle la cara, me tomó del brazo y me jaló hacia adentro.

Cuando desperté ya estaba atado de pies y manos, en una habitación pintada toda de blanco, una silla y una cama eran todo el decorado.

Mis captores seguramente habían salido, ya que no percibía ningún movimiento, algo que denotara la presencia de alguien más. Creo que pasaron algo así como dos horas cuando abrieron la puerta.

-Ya despertó este pendejo, al parecer está más jodido que nosotros. Si las cosas siguen así lo más fácil será tirarlo allá por el Cañón del Sumidero. Oíste lo que dijo la esposa del cabrón: “Háganle como quieran, yo no tengo ni un centavo partido por la mitad”, pinche vieja se ve que le vale madres lo que le hagamos a este perro. Pero todo es culpa del Mariano, mira que creer que por qué este se apellida Castro es pariente del mero bueno de la Secretaría de gobernación-. Escuché decir al que seguramente era el líder de la banda de secuestradores.

Me amenazaron con violarme si no les daba el nip de mi única tarjeta de débito que tenía. Así que no me quedó más remedio que decirles. Regresaron como al medio día, al parecer muy contentos, por las grandes risotadas que se escuchaban desde que entraron a la casa.

-A este güey le vamos a tener que ayudar con unos centavos, es cierto que está más fregado que todos nosotros juntos-. Y se reían como en un estado de reciente intoxicación con narcóticos.

Y es que en mi cuenta de ahorros no tenía más de veinte pesos. Al parecer eso les causaba mucha gracia.

Ellos cumplieron y a la semana de estar cautivo me abandonaron como a las doce de la noche allá por el Cañón del Sumidero. No sin antes advertirme de que si iba a denunciarlos la próxima vez no tendría tan buena suerte.

No hay comentarios: