lunes, 4 de agosto de 2008

Sabor a naranja

“Una tarde descubrí tus ojos en la pantalla, ellos iluminaron unos instantes mi vida, después se perdieron apagándose enseguida. Pero dejaron una huella, esta que todavía llevo en mi corazón. Quizás no lo sepas, quizás nunca lo entiendas, quizás no seas la razón, quizá haya sido solamente eso, una ilusión”.  Alberto Profesor de Computación.

La ciudad luce radiante con sus mil foquitos alumbrando cada rincón. Desde mi perspectiva, en una de las partes más altas, puedo observar la aparente quietud. Los Amorosos, le llaman a este lugar, como aquel poema inolvidable. Constituye mi refugio para impulsarme cuando las cosas no marchan como quisiera. Las parejas van colmando todos los espacios disponibles, en ellos busco tus propios ojos, pero no tienen esa chispa que tienen los tuyos, tú sabes de todos los versos que escribí inspirados en ellos. 

Todo inició como un juego. Te encontré en la red. Para sorpresa mía asistías a la misma escuela que yo. Claro tú como alumna y yo como maestro, pero curiosamente nunca nos habíamos topado. La diferencia de edades no constituyó un obstáculo, además que aún con escasos veinte añitos ya tenías toda la experiencia del mundo, tu cuerpo lucía duro, tu piel tan suave, tu cadera tan sugerente y en la cama eras una profesional. Sin embargo, mi vida no te importó, te irías con él en cuanto amaneciera y eso no lo podía permitir.
Cuando el aire proveniente de las cañadas sopla con fuerza, el frío empieza invadir cada espacio de mi cuerpo, voy al auto por mi suéter. Busco un cigarrillo y al hacerlo descubro en mis bolsillos una nota tuya:

  Eros: Todas las noches te busco, acostado en mi cama, abrazándome a tu espalda, respirando tu olor, comiéndome tu cabello, susurrando mil veces el te quiero. Permanezco quieta, como una gata y al primer movimiento me voy sobre ti, buscando tus labios para saborearlos; morderlos, poniendo mi marca sobre ellos. Mis manos juegan con tu cuerpo y te echas a reír apretándome contra tu pecho y el calor sube, tus piernas se enredan con las mías, mis ojos te buscan para ver la dicha al tenerme... todo se calma y quedo junto a ti, con ese sabor a cielo con estrellas que muchas veces sólo veo por ti... Te quiero Venus.

Entonces quiero volver el tiempo atrás, lo sé ya es demasiado tarde, ahora ya descansas en el panteón municipal. Pero quiero que sepas que hasta para tu muerte pensé mucho para no hacerte daño, los barbitúricos estaban camuflados con un rico sabor a naranja.

1 comentario:

katy dijo...

Cuando te enamoras, puedes entender desde una tarde nublada hasta el sol mas radiante de la mañana. Desde que la luna se pone de color naranja hasta que los mares te griten el nombre de la persona amada. Gracias por plasmar el sentimiento de las personas y espero que la gente disfrute de cada escrito en tu blog. Besos