lunes, 16 de febrero de 2009

La apuesta


Ayer hacía un calor muy propio del trópico, el sol excitado chisporreteaba ráfagas de fuego. Por lo que decidí escaparme a nadar a uno de mis sitios consentidos; San Vicente, es un lugar con albercas pequeñas, pero con un ambiente bastante relajante. Para quien no conozca el lugar puedo decir que está por la escuela de medicina veterinaria de la UNACH. Empaqué mi sombreroespantapájaros, salvavidas y el traje de baño, dispuesto a sumergirme en un buen chapuzón.

Llegué en punto de la una de la tarde, hora en que abren, pero para mi sorpresa ya había mucha gente esperando. Cuando recordé que se celebraba el “día del amor y la amistad”, comprendí la gran afluencia.

Cuando asisto a estos lugares procuro llevar siempre un brazalete para cargar mi celular, con él es cómodo escuchar música. Hasta allí todo parecía un día más. Cuando miré a una chica que se acercaba llevando un brazalete parecido al mío. Bonita coincidencia, pensé.

-Hola, yo soy la chica del chat, -dijo-. ¿Tú eres Ricardo, verdad? Corazón de León, acompañando esto último con una gesto que consistía en llevarse la mano al corazón para después rugir enseñando las garras.

Vacilé algunos segundos. Tiempo necesario para recordar: “el no mentirás”, aprendido en las lecciones impartidas por las monjitas de la Sagrada Familia. Pasado ese obstáculo impuesto por las taras morales, mirándola directamente a los ojos dije: “¡Hola, claro yo soy Ricardo!, creí que ya no vendrías”.

-Tuve un contratiempo, lo importante, sin embargo es que ya estoy aquí.

Vestía unos pantalones de mezclilla, una blusita de algodón que dejaban al descubierto el nacimiento de unos senos, más bien pequeños, pero bien formados. Su cabello de un negro azabache, abundante, jugueteaba con el viento.

Miles de horas dedicadas a la lectura, presuntamente, establecían bases suficientes para manejar una situación de este tipo. Por lo que intenté llevar la conversación por terrenos que me ayudaran a no meter la pata.

Creo que eran casi las cuatro de la tarde cuando se apareció una amiga, cargando una cámara de video y, en los labios una sonrisa que no le cabía.

-Te puse a prueba y me decepcionaste, eres como todos los hombres. Caro, es mi amiga y nos pusimos de acuerdo para jugarte esta broma, yo aposté a tu favor y perdí, pero como me divertí.

Así que ahora fichado en un video donde aparezco seduciendo a una chica, que ojalá nunca descubra Aurora, mi esposa.

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